Cuanta menos consciencia, más sufrimiento. Y al revés. Esto es muy sencillo de entender. Si como atento (=con consciencia), me entero de cuándo tengo suficiente y dejo de comer a tiempo. Me daré cuenta de si algo me está sentando mal y probablemente deje de comerlo, probablemente pare. Si como mecánicamente, compulsivamente (=sin consciencia), no me entero de cuándo es suficiente o de si algo me está sentando mal. Y entonces, como yo no lo he hecho, el organismo pondrá los medios necesarios para regular el sistema, para reestablecer el equilibrio perdido. Estas señales son graduales: primero molestias ligeras, después sensaciones desagradables que van aumentando y finalmente vómitos… o incluso la muerte por indigestión. Si no paras, te paran, la vida te para. La naturaleza de la que formas parte se encargará de recuperar el equilibrio aunque para ello tenga que destruirte.
Si en lugar de imaginar a una persona comiendo fabada asturiana imagino el planeta, la situación es la misma. El sistema, el planeta, la naturaleza, el universo, todos buscan el equilibrio, imprescindible para sobrevivir. Si no paramos, nos paran, la vida nos para. Somos parte de un todo, de un sistema donde todo está interconectado y que es mucho más grande que nosotros.
En la meditación se llama «pausa sagrada» a esa posibilidad que tenemos de parar antes de que el sufrimiento se desborde. La consciencia nace en esa pausa, en ese silencio, en esa observación y comprensión de lo que está pasando, del conocimiento profundo y el recuerdo de las consecuencias de no parar. Y si no paro… me paran. La vida, los demás, un virus… ¿Qué diferencia hay entre parar o que me paren? Si paro yo, me ahorro y ahorro a los demás un montón de sufrimiento. ¿Y de qué depende que pueda parar a tiempo? Primero, de que quiera parar, es una elección. Y luego, de la consciencia que tenga. ¿Y cómo se «coge» consciencia»? Pues ni leyendo, ni hablando, ni ayudando a los demás… Se aumenta la consciencia estando consciente. Podemos poner consciencia en lo que hacemos, en lo que pensamos, en lo que sentimos. Consciencia dentro y fuera. Darnos cuenta de los pequeños placeres cotidianos, de los agobios que surgen, de las ideas que llegan a la mente, de nuestras tensiones… de todo lo que aparece en el espacio en el que habitamos.
En el nivel más práctico, la epidemia está siendo y será un desastre, pero en el nivel más profundo, el coronavirus es de lo mejor que nos ha pasado en mucho tiempo, no es ningún enemigo. Es una gran oportunidad. Una oportunidad de despertar a nosotros mismos, a una vida con sentido, a una forma diferente de relacionarnos con todo. Nos está ayudando a parar. Nos está ayudando a restablecer el equilibrio. Habría sido mejor elegir parar pero no lo hemos hecho, como colectivo. Creo que estamos en el equivalente a los vómitos después de una comilona. Espero y confío en que no necesitemos morir de indigestión. No sabemos qué pasará. Las medidas políticas, el avance del virus, la capacidad de los hospitales y mil otras circunstancias no están en nuestras manos.
Lo único que está en mis manos es parar yo. Quedarme en casa, ir a trabajar (según el caso), respirar, ver mis miedos, acogerlos, cuidarme, prestar atención… generar consciencia. Y desde ahí servir a los otros, al sistema, ser un eslabón que funcione, convertirme en un foco de paz y apoyo para los demás.
Una vez me dijo un amigo que lo mejor que puede hacer una persona por los demás es cuidarse. Solo desde ahí se puede ser realmente efectivo. Desde ahí podemos conectar con los demás, cuidarlos. El amor empieza en mí y a partir de ahí se extiende, se multiplica. Si no, cualquier cosa que hagamos (incluso cuidar a los otros, con la mejor intención) puede estar tapando las señales de la indigestión, de la propia, que cada uno tenemos la nuestra.
No se trata de amigos o enemigos, ni de hablar, ni siquiera se trata de amor o de otros conceptos que solo crean confusión. De la consciencia surge la acción, la acción sabia y eficaz, la que más beneficia a todo el sistema. Solo si me atiendo podré cuidarme y hacer algo por mí y desde ahí por el mundo.
Algunos ya han comprendido que tienen que parar, otros necesitan el argumento de lo colectivo para hacerlo, otros no han parado… el virus nos está dando prácticas de atención y argumentos… y sufrimiento. Tú eliges qué prefieres. Y tu elección tendrá consecuencias sobre el todo, porque somos parte de un sistema indivisible. Eso sí, siempre, cuanta mas consciencia, menos sufrimiento (no solo para ti, para todos). No dejes pasar esta oportunidad, aprovéchala.
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