La semana pasada vi una serie de documentales que se llama «The goop lab» (en Netflix). En ellos, la actriz Gwyneth Paltrow y un grupo de colaboradores probaban diferentes terapias alternativas. En una de ellas utilizaban la droga MDMA para curar el trauma de un militar que había estado en no recuerdo qué guerra. En otra trataban un trastorno de pánico haciendo que la mujer que lo padecía se bañara en agua helada y practicara yoga en la nieve.
El soldado traumatizado y la mujer con ataques de pánico no podían soportar las sensaciones que surgían en su cuerpo en determinados momentos. En el primer caso, la persona no podía vivir con sus recuerdos y las sensaciones que los acompañaban. Esos recuerdos y esas sensaciones empujaban continuamente para salir y requerían de toda la energía de la persona para ser reprimidos, para huir de ellos. El MDMA hizo que el soldado pudiera relajarse y abrirse a su herida. Con la ayuda del terapeuta, los recuerdos (en forma de imágenes y sensaciones corporales) fueron liberados y acogidos. Se incorporaron a la experiencia de una persona que pasó de vivir en continua angustia a estar en paz. En el segundo caso, la mujer consiguió habitar su cuerpo, sentirlo y ampliar enormemente su tolerancia al estrés ayudándose de la respiración y de la exposición a situaciones estresantes. El agobio que le producía la idea de sumergirse en agua fría o tumbarse en la nieve era el mismo que, en su vida cotidiana, le provocaba la idea de cuidar de sus hijos o acudir a su trabajo. En el documental consigue saltar al agua helada, a pesar del agobio. Conectó con su fortaleza, con su capacidad para enfrentarse al mundo. Sus pensamientos y sensaciones no consiguieron ser más fuertes que ella.
Todos tenemos ideas y sensaciones que no toleramos. Muchos de nosotros vivimos desconectados de nuestro cuerpo. O buscamos compulsivamente ocupaciones y entretenimientos que nos mantengan alejados de nosotros mismos, para evitar enfrentarnos a ideas o sensaciones que no nos gustan. Así que hay un montón de experiencias que nos perdemos y un montón de material sin procesar por ahí escondido esperando a ser visto, acogido e incorporado en la totalidad de lo que somos. El miedo a ese material, a ese «lado oscuro» hace que nuestros mecanismos de alarma se disparen ante la sola idea de encontrarnos con él. Creo que nos quedaríamos alucinados si descubriéramos cuántas cosas hacemos y cuántas dejamos de hacer por miedo a vivir determinadas sensaciones. Y cuántas de las cosas que nos pasan tienen que ver con todo eso que no queremos experimentar y que empuja para liberarse. Y que a veces consigue salir por las vías más extrañas y retorcidas…
La práctica de esta semana
Será llevar la atención a nuestro cuerpo cada vez que nos acordemos. Notar cómo está (tenso, relajado, acelerado, etc.) y seguir con lo nuestro. Seguimos trabajando con la idea de anclaje, de centrar la mente, de contar con un punto de referencia, con algo que nos traiga aquí. La semana pasada el ancla fue la respiración y esta semana será todo el cuerpo. Continuamos haciéndonos «visitas regulares» a nosotros mismos. Acostumbrándonos a nuestro cuerpo, a las sensaciones que se expresan en él. Si queremos, podemos ver también qué pasa cuando se activa la amígdala (el «interruptor» de la reacción de lucha/huida) muchas veces ante un simple pensamiento. ¿Qué pasa cuando aparecen en mi cuerpo sensaciones que me cuesta tolerar? ¿Cómo reacciono ante ellas? ¿Me tenso, me encojo? ¿Puedo relajarme, relajar los hombros, el abdomen, respirar con esa experiencia… incluso sonreír? ¿Y qué pasa cuando estoy a gusto, disfrutando de algo? ¿Puedo vivir esa experiencia sintiéndola también en mi cuerpo?
Cómo se hace
Cada vez que me acuerde o cuando sienta agobio, prisa, bienestar o lo que sea, llevo la atención a mi cuerpo, en concreto a las sensaciones (temperatura, contacto, rigidez, palpitaciones, cosquilleo, vibración, sensaciones de la respiración, etc.).
Si quieres profundizar un poco puedes mirar también si sientes el espacio interior, la sensación de vida. Es una sensación difusa, una especie de hormigueo o cosquilleo que está por todo el cuerpo y que, como ejemplo, puedes sentir si llevas la atención a tus manos o a las plantas de los pies y cierras los ojos.
Un par de textos inspiradores. Un poema de Martha Elliot:
Tu historia está dentro de tu cuerpo
Tu historia está aquí, en tu cuerpo.
Tu cuerpo es tu almacén
de aprendizajes, de sentimientos,
de pensamientos y de experiencias.
Esperando solo a ser invitado
a revelarte sus tesoros .
A ayudarte.
Si dejas la enseñanza surgir
y tomar forma, podrás
apreciar la sabiduría del cuerpo.
Cada célula está viva, con
espíritu, emoción e inteligencia.
Listas para ayudarte en cada momento,
siempre contigo y para ti.
Unos versos de Kabir:
Sé fuerte y entra en tu propio cuerpo,
ahí tus pies se apoyarán en suelo firme.
¡Medita cuidadosamente en ello
y no vayas a ninguna otra parte!
Esto es lo que dice Kabir: olvida todo pensamiento
y apóyate firmemente en lo que eres
Y un fragmento de Un nuevo mundo ahora de Eckhart Tolle:
Siempre que te sea posible en tu vida cotidiana, utiliza la conciencia del cuerpo interior (…). Cuando estés esperando algo, escuchando a alguien, cuando hagas una pausa para mirar el cielo, un árbol, una flor, a tu pareja o a un niño, siente al mismo tiempo la vida interior (…). Cada vez que «habites» tu cuerpo de esta manera, te servirá como ancla para estar presente en el Ahora. Te impedirá perderte en los pensamientos, las emociones o las situaciones externas.
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Quiero compartir la experiencia que viví el jueves pasado.
Gracias a la práctica propuesta para esta semana he sido consciente de la reacción de mi cuerpo, de las sensaciones y emociones y he actuado (o no he entrado en reacción) teniéndola presente.
Os cuento:
Cogí el ascensor para bajar al sótano de Mercadona y pulsé el -1.
El ascensor no se movió, las puertas no se abrieron.
Volví a pulsar y aquello seguía igual.
No tengo claustrofobia o al menos eso pensé hasta ese momento en el que sentí mucho miedo.
El corazón me latía muy deprisa y un extraño temblor interior me invadió.
Tenía la opción de llamar por la campana de alarma pero me quedé sintiendo mi cuerpo por unos instantes que me parecieron una eternidad.
Renuncié a la alarma y volví a marcar el -1… las puertas se abrieron y llegué a mi destino «sana y salva».
Aún allí tuve palpitaciones y me sentí mareada durante un rato.
La respiración fué mi aliada para hacer la compra con normalidad.
La «vuelta» la hice también en ascensor en vez de subir por la cinta transportadora (fué un pequeño/gran reto para mí).
Ha sido una experiencia muy reveladora.
Me pregunté:
¿En cuántas ocasiones de verdadero peligro me he mantenido serena y el jueves, por una insignificancia, entré en pánico?
La respuesta fué:
Porque permití que la mente, con pensamientos catastrofistas, se apoderara de mí.
Nada de lo que se me pasó por la cabeza ocurrió. Sólo ocurrió que se abrieron las puertas al tercer intento.
Gracias por poder compartir, un abrazo.
Carmelisa.
Carmelisa, gracias por compartir tu experiencia. Un abrazo!