…no aferrarse. Meditamos para practicar el soltar. En el fondo, en el origen del sufrimiento está el aferramiento. Cada vez que me aferro creo una tensión, sujeto la vida, la bloqueo. Difícil disfrutar si estoy pensando ya en que esto se va a acabar, difícil ser feliz si, una vez que algo ha pasado, lo intento mantener vivo en mi mente y en mi corazón. Difícil ser feliz si para ello necesito que las cosas sean como yo creo que deberían de ser.
Soltar, dejar ir, liberarse. Esta es la práctica: la total aceptación del presente, sin condiciones.
Pero es también la práctica el ver cuándo me estoy aferrando y aceptar que eso es lo que está sucediendo.
Porque una de las grandes trampas de la meditación es que practico porque estoy buscando un estado concreto. Y ahí aparece de nuevo el aferramiento: a ese estado que busco. Evitar y aferrarnos, las dos caras de una misma moneda. En el cojín y en la vida: esto no, esto sí. De esto más, de esto menos. Regando y volviendo a regar las semillas del sufrimiento
¿Cómo puedo practicar el soltar? Basta con que me de cuenta de cuándo me estoy aferrando, a lo que sea: a una opinión, a un modo de ver las cosas, a un resultado concreto, a una relación, a un estado mental, a un objeto. Ver cuándo estoy intentando que las cosas sean de un modo diferente a como son. Solo darme cuenta de cuándo esto sucede, quedarme ahí en esa situación, tomar conciencia de cómo me siento, de lo que está pasando. Y luego, si puedo, suelto, y si no, sigo con lo que estaba. Y no hay que hacer nada más. Nada más.
O quizás, sí, una cosita más. No reprimir cómo nos gustaría que las cosas fueran, al contrario, tener muy claras nuestras aspiraciones, nuestros anhelos más profundos: a ser felices, a fluir con la vida, a dejar de aferrarnos, a que nos vaya bien… Pero no convertirlos en un objetivo. Dejarlos ahí, vivos, en lo profundo de nuestro corazón para zambullirnos de lleno en la vida y en lo que nos trae. En el día a día y en el cojín de meditación, sin separación y de la manera más sencilla y relajada que nos sea posible.
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Muchas gracias, Beatriz. Tan sencillo y tan difícil para mí a la vez, porque primero hay que darse cuenta de a qué nos aferramos y cuando se intenta soltar es como si la mente se resistiese y volviese una y otra vez a escaparse para aferrarse de nuevo. Como tú dices, hay que practicar y practicar. Me ha gustado mucho. Muchas gracias.
De nada, Manuela, gracias por tus palabras. La clave es darnos cuenta de que estamos aferrándonos a lo que sea, sentir su efecto en el cuerpo, en la mente… y permitir, también el aferramiento, esos efectos… Sentir, ver lo que está pasando y relajarnos. Cada uno a su ritmo, sin forzar, sin parar. Y surgirá naturalmente la paz, la apertura. Buen día y un abrazo!