Dos gominolas, queso parmesano y salmón ahumado: el lenguaje de los síntomas

El domingo pasado fui a comer a casa de mi tía. Cuando llegué, cerca de la hora de la comida, vi una bolsa de gominolas en el salón y, sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre ella y me comí una. Y luego otra. Poquísimo tiempo después, ya en la cocina, mientras preparábamos un plato de pasta, me eché a la boca un trocito de queso parmesano que estaba buenísimo. Antes de comenzar con la pasta, de aperitivo, nos deleitamos con un exquisito salmón ahumado en tostaditas de pan de centeno con un poco de mantequilla y unas gotitas de limón.

Después de ese festival, empecé a sentirme rara. Estaba destemplada, me dolían los músculos… tenía las mismas sensaciones que cuando me voy a resfriar. Empecé a dar cuenta del plato de pasta pero el malestar me paró. Dejé de comer y, a partir de ahí, se desató una cascada de síntomas bastante desagradables. Comencé a tiritar, me dolía todo el cuerpo, tenía mareos, náuseas. Me pasé la tarde entera en un estado lamentable, entre el sofá y el baño, helada de frío y dolorida como si me hubiera caído de un quinto piso. Mientras, en el baño, devolvía a la tierra lo que momentos antes le había arrebatado, me sentía en conexión con mi hígado, con mi estómago, con mi cuerpo… me daba cuenta claramente de lo mal que los había tratado. Y no solo ese día, llevaba varios días comiendo más ansiosamente de lo normal. El mix de las gominolas, el parmesano y el salmón era la gota que había colmado el vaso. Les pedí perdón y les prometí tratarlos mejor a partir de ahora… pobrecitos. Nunca había visto tan claro como en esos momentos lo que me paso a veces con mi cuerpo.

También, como siempre que me aparece algún síntoma físico, me pregunté si estos que tenía ahora me querrían decir algo; concretamente me dije algo así como : “aparte del mix letal, ¿me habré tragado estos días algo figuradamente, algo que me ha causado una indigestión?”. No quería hurgar, solo me hice la pregunta y la dejé ahí por si, en algún momento, surgía alguna respuesta. Ese día no surgió nada, ni el lunes, ni el martes… El miércoles por la mañana, justo después de meditar, me vino a la cabeza el recuerdo de una conversación que había tenido con una persona muy querida. Es un amigo que está pasando actualmente por una situación personal difícil que indirectamente me afecta. Unos días antes del día de la indigestión, mi amigo me preguntaba si yo me sentía mal por eso. Y yo le dije que no, que de ninguna manera. Pero ese miércoles me di cuenta de que lo que dije no era verdad, que sí que la situación me afectaba, que sí que me sentía mal. En ese momento se mostró ante mis ojos muy claramente uno de mis patrones más profundos, más arraigados y que más sufrimiento me genera: la niña buena y dócil a la que todo le va bien, la que a todo se adapta, la que a todo le busca la parte buena para acomodarse, para no dar la lata y que así la quieran. Ahí estaba de nuevo. Ahí estaba días antes tragando y con buena cara. No creo que fuera casualidad que esos días comiera más ansiosamente. Y al final todo, las molestias que no vi, las molestias causadas por tragar más de la cuenta, todo se unió en una tormenta perfecta de síntomas para llamar mi atención y recuperar el equilibrio. Bea, para y mira, estate atenta.

Bendito cuerpo, bendita naturaleza, benditos síntomas. Gracias. Gracias por pararme. Gracias por cuidar de mí. Gracias por ayudarme a ver lo que no soy capaz de ver. Gracias por traer el equilibrio a mi vida cada vez que me pierdo. Gracias por contribuir a la sabiduría, al auto-conocimiento. Gracias por estar ahí para recordarme que quiero cuidarme y tratarme bien. Gracias por funcionar tan perfectamente, gracias por no dejar que me pase un pelo. Gracias.

Y gracias también a mi tía por su comida, a mi amigo Paco por su cariño y a mi amiga Ana por escucharme y pedirme que escribiera la historia de las gominolas, el parmesano y el salmón.

Y una preguntilla que me surge a raíz de esta experiencia: ¿conseguirán el covid y sus síntomas que el planeta y sus pobladores paren un poco y recuperen el equilibro? Ojalá, en eso estamos.

Te dejo aquí un enlace a una entrada del blog en la que publiqué un poema que trata muy bellamente todo esto de los síntomas y sus mensajes: «Una plegaria sentida»

 

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33 respuestas a “Dos gominolas, queso parmesano y salmón ahumado: el lenguaje de los síntomas”

  1. Elena dice:

    Me encantas. Gracias por compartir tu sabiduría. See you soon!

  2. Eugenia Saavedra dice:

    Infinitas gracias por compartirlo y mostrarnos a través de tu experiencia, que no somos conscientes de la forma como tratamos nuestro cuerpo.. A mi hace poco, me han diagnosticado intolerancia a la fructuosa y sorbitol y aunque al principio, estuve muy molesta porque me encantan las frutas y verduras, ya he ido abrazando la experiencia y he ido poco a poco siendo consciente no solo lo que como, sino como lo cómo, escuchando mi cuerpo, si tengo hambre real o emocional, así que hoy por hoy, puedo decir, como tu bien has escrito, bendita sea lo que esta sucediendo!!

    • Beatriz dice:

      Eugenia, gracias por tu comentario. Me alegro mucho de que, como dices, vayas abrazando la experiencia. Es lo mejor que podemos hacer, ¿no? Sobre todo cuando no queda otra 😉
      Un abrazo fuerte!

  3. Rocio dice:

    Me ha encantado. Hace varios días que como con ansiedad y estoy mal con el estómago y justo el otro día me pregunté: qué es lo que no trago, que situación me lo provoca? Gracias por mostrarme el camino.

  4. Margarita dice:

    hola, Beatriz !!!
    me he reído cuando leí tu mail, sonrió por complicidad con mi niña dócil que acepta/ba el «todo es para tu bien», lo creía y me adaptaba con la mejor sonrisa para seguir siendo querida como una buena niña que no molesta.
    Mi reciente indigestión: «desde el 20 de marzo 2020, no se volvió a abrir un espacio laboral (12 hs semanales) y sin comunicármelo, pero por radio pasillo, no se vuelve a abrir…..» despedida, desvinculada, sin mediar palabras luego de 24 años de servicio !!.
    Primera reacción, justificar la empresa…luego me pregunté «¿Me respeto o me traiciono?» «¿que es lo aconsejable y aceptable para mi?»
    Al igual que tú, deje picando las preguntas y a partir de las meditaciones fue surgiendo el nuevo camino a seguir, ya no siendo la niña buena para el otro sino siendo la mujer que cuida y respeta a su niña y que toma la decisión de molestar, incomodar al otro, de respetarse y hacerse respetar.
    mil gracias por tu generosidad, por tu tiempo, por el espacio de los miércoles, por invitarme a seguir contectada con mi ser !!
    gracias gracias gracias,
    que tengas un lindo domingo
    Margarita

  5. Carmen dice:

    Me encantan tus reflexiones. Siempre aprendo algo. Gracias Bea.

  6. Espíritu Santo dice:

    Pues si, Beatriz ! Ya es hora de que aceptemos todas las mujeres que habitan en nosotras, las que no nos gustan y las que nos gustan , todas conforman lo que somos
    Y de todas hemos recibido y recibimos aprendizajes
    Y ofrecernos tal cual y poder decir con boca grande esta SOY YO , sin miedos
    Y todo pasa por la observación , el sentir, el darnos cuenta de porqué y para qué hacemos lo que hacemos . Confiar y entregar todo al universo y mirarnos con mucha compasión, con amor , como miramos a la persona que más amamos .
    Un abrazo y muy agradecida

  7. Lola dice:

    Pues a mi me dejó un buen día mi marido. Así sin más. NO ME LO PODÍA CREER!!!!
    Desde ese día. Hace ahora casi 5 meses- he adelgazado 10 kilos de forma natural.
    Me veo estupenda!!!!
    Estoy de nuevo en mi peso.
    Ahora entiendo que estaba ciega.
    Siento que me he quitado un gran peso de encima.
    Mi cuerpo me habla.
    Me haces mucho bien BEA.
    Gracias por estar ahí.
    Saludos.
    LOLA.

  8. Jara dice:

    Es genial, lo que cuentas, me siento muy identificada… Y me surge una pregunta: Rectificaste con tu amigo Paco y le dijiste que sí te estaba afectando o lo dejaste ir? Y cual de las dos opciones es más sana ? 🤔 Beso gordo🙏🏻

    • Beatriz dice:

      Hola, Jara! Hablé con mi amigo y le conté lo que había visto.

      No sé qué opción es más sana… A mí me gusta y me sienta bien expresarme, contar las cosas. Pero no siempre lo hago. Es importante tener en cuenta al otro, su capacidad de escucha, de encajar lo que le dices… hay muchas circunstancias que influyen.

      No creo que haya normas sobre lo que es mejor. Lo que sí es para mí muy sano es la capacidad de escuchar lo que nos pasa, si nos apetece contar o no lo que que sentimos, si es el momento, si estamos pasando los límites, si queremos pasarlos… La atención relajada a lo que sucede, eso es sano para mí. Y por supuesto, la naturalidad, la espontaneidad. Esto no va de calcular todo 🙂

      Un abrazo!

  9. Jara dice:

    Donde está el enlace al poema? No lo encuentro…

  10. Mavi dice:

    Gracias Beatriz por tu generosidad de compartir siempre.
    Oír nuestro sabio cuerpo , cuánto me ayuda a mí para como tú refieres me detenga para no «tragar más de la cuenta «.
    Y dejaré reposar esa parte que tú refieres del motivo por el que trago más de lo que quiero , esa mi niña dócil y buena, que me sujeta para no incomodar y sentirme querida y parte de…
    Gracias por tu sabía reflexión
    Un abrazo

  11. gabriela dice:

    Gracias Beatriz por tu artículo.. Me siento muy identificada.. Por suerte de a poco me doy cuenta enseguida y trato de remediarlo lo mas rápido posible. Después de un burnout y con terapia me diagnosticaron que soy una PAS, persona altamente sensible.. Y a partir de ahí me cuido a mi y a mi niña interior permanentemente. Son las experiencias dolorosas las que más nos enseñan.. Muchas gracias de nuevo

  12. María Dolores Sánchez dice:

    Gracias Beatriz por ayudarme a escuchar e ir aprendiendo a saborear cada sentimiento! Qué sabiduría tan acertada y rica!

  13. Beatriz dice:

    Gracias a ti también , me alegro de que escuches, de que saborees. Un abrazo!

  14. María Antonia dice:

    Y cuando sabes que nada puede devolverte esa capacidad que has perdido… Esa ausencia en tu cuerpo tiene la capacidad de sacar de las personas con las que te relacionas lo mejor de sí. Descubrir y sentir eso no tiene precio.
    Gracias Beatriz.

  15. Manuela dice:

    Muchas gracias, Beatriz. Es cierto que no cuidamos nuestro cuerpo y cuando le damos emociones que lo dañan muchas veces no somos conscientes. El poema «Una plegaria sentida» me ha encantado, son palabras que parece que envuelven y abrazan.
    Muchas gracias.

  16. Alejandra dice:

    Me ha encantado Beatriz. Es bueno parar y escuchar lo que nos dice el cuerpo.Gracias por tanto, por estar siempre ahí. Qué suerte haberte conocido😘😘😘

  17. Lourdes dice:

    Gracias por tanto Beatriz! Excelente artículo! Abrazo apretado desde Salinas, zona rural en Uruguay

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