¿Qué hacemos con las emociones difíciles? Un refugio en medio de la tormenta

«Toda tempestad tiene como un ombligo,

un agujero en medio

por el que una gaviota

puede volar en silencio»  Harold Witter Bynner

 

Hace unos años fui a la India. Antes de comenzar el viaje estaba muy contenta e ilusionada y también un poco nerviosa ante lo desconocido. Como en mi entorno sabían que me iba, la gente me preguntaba cómo me sentía y yo les contestaba que estaba contenta y un poco asustada. Con la alegría no había ningún problema pero con el miedo era otro asunto. Nadie dejaba en paz a esa emoción. Al oír que estaba asustada, con la mejor intención, todo el mundo quería animarme y tranquilizarme para que dejara de sentirme así. Al final, ante la pregunta de si estaba contenta por irme de viaje, respondía “muchísimo” y ahí se acababa la conversación. El miedo me lo quedé para mí.

Hay un montón de emociones que no dejamos ser. El miedo, la tristeza, la rabia y todas las que son desagradables de experimentar. Este es uno de nuestros hábitos más arraigados. “No te preocupes, tranquilízate, anímate, todo irá bien, no llores, no le des más vueltas…” Todo menos dejar que la emoción se exprese. Interrumpir el proceso: solucionar, resolver, arreglar son nuestras actitudes más frecuentes ante algo que consideramos defectuoso o incorrecto. Sentir miedo, tristeza o rabia para muchos de nosotros es un indicador de que algo no funciona.

No hay nada defectuoso en el dolor. Ni en nosotros por sentirlo. Todas las emociones son manifestaciones de la vida, que está en movimiento continuo. Arriba, abajo; cerrado, abierto; primavera, verano, otoño, invierno; nubes, lluvia, viento, sol; día, noche; semilla, brote, flor, fruto, semilla, brote… Equilibrio perfecto, natural. En nosotros, igual: alegría, tristeza, calma, agitación… Todo en continuo cambio, nada estático, nada fijo.

A veces estos cambios son desagradables. Suceden cosas que no nos gustan: pérdidas, envejecimiento, separaciones, etc. El movimiento es continuo, la vida no se para. Y a veces da vértigo, abruma.

En medio de todo, hay algo que no cambia, algo que puede ayudarnos a permanecer ahí, en las dificultades. De nuevo, hay un lugar de descanso más allá de los juicios de «bueno» o «malo», y es el saber profundamente que, más allá de esos juicios, todo lo que nos ocurre es valioso. Podemos relajarnos y permitir todo, ese es el refugio. Dejar de luchar y descansar ahí, en el flujo continuo de la vida, en las cosas tal y como son. El miedo, la tristeza, la rabia también pueden existir, también tienen su sitio. No es necesario reprimir, negar o expulsar estas emociones. Son preciosas oportunidades para conocernos, para estar con nosotros, para aprender a cuidarnos y a bajar el ritmo, para profundizar en lo que somos, para despertar a una dimensión abierta y espaciosa que está dentro de cada uno de nosotros y que puede convivir en paz con todo lo que sucede.

Esto se puede practicar. Si te apetece, puedes probar un método diferente al que llevas empleando toda tu vida, probablemente con pocos resultados. La próxima vez que tengas una sensación o emoción que te resulte desagradable, puedes decirle algo así como “tú también tienes tu sitio” o “puedes estar aquí” o “permitir” o “sí”. También puedes simplemente permanecer en silencio, respirando con eso que no te gusta. En silencio. No se trata tampoco de alimentarlo o regodearnos en ello. Se trata simplemente de quedarte contigo cuando las cosas no van bien. Empezar a tratarte a ti mismo como seguramente te gustaría que te trataran los demás. Dejar de luchar, dejar de controlar. Permitir. Basta con un segundo, no hay que hacer nada muy largo o complicado. Después puedes seguir con lo que estés haciendo. Por supuesto, si quieres deshacerte de esa sensación desagradable y es posible, hazlo. Hazlo sin más, sin contarte ninguna historia. En silencio. No hay ningún problema en consolar, en aliviar. Realmente, no hay una respuesta correcta. La cuestión es que muchas veces nos lanzamos de un salto al paso siguiente sin haber vivido el anterior. Podemos probar a, antes de pasar a resolver, consolar y arreglar, estar unos instantes con eso que se está manifestando. Eso que, sencillamente, es la vida, es lo que nosotros somos. Eso que también, y sobre todo, podemos aceptar y amar antes de emplearnos en quitarlo de en medio.

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