Proyecciones

Acabo de llegar de un retiro de una técnica llamada “Gesture of awareness”. Ha estado dirigido por Charles Genoud, del centro Vimalakirti de Ginebra, y dedicado a algo así como a comprender a través del cuerpo, del movimiento. En lugar de pasarnos horas meditando sentados y sin movernos (que también puede estar muy bien), hemos estado una semana explorando a través de los movimientos cómo generamos nuestro propio estrés, nuestro sufrimiento. Durante casi todo el retiro, Charles nos ha hecho experimentar directamente mediante ejercicios muy sencillos cómo nos salimos de nosotros mismos, del momento presente, de lo que está pasando y nos perdemos en los demás, en un futuro proyectado o en un pasado que ya no existe.

Es interesante comprobar cómo cuando tenemos la intención de hacer algo, solemos proyectar el resultado de la acción en algún lugar fuera de nosotros y ponemos toda, o la mayor parte de nuestra atención, ahí, en el objetivo que hemos proyectado. Si, por ejemplo, decido ir a la cocina a por un vaso de agua, lo más habitual es que vaya unos pasos por delante de mí misma, pensando en el agua, en su frescor, en la cocina o en cualquier otra cosa, en lugar de permanecer presente en cada paso que doy hasta llegar a mi destino; en lugar de que mi objetivo, mi movimiento, mi mente y yo vayamos todos juntos, lo más probable es que todos los elementos que intervienen en el hecho de ir a por un vaso de agua estén dispersos. La diferencia entre ir de un modo o del otro es crucial. El estrés puede definirse como la tensión que se genera por ese desfase entre el lugar en el que estoy realmente, donde está mi cuerpo, y la proyección que crea mi mente. Este desfase puede ser microscópico: si mueves ahora mismo el brazo, levantándolo hacia el techo, puedes comprobar si tu mente va al mismo tiempo o si va unos segundos adelantada, creando una imagen del brazo un poquito más adelante del lugar por el que realmente se está moviendo. Ese desfase aparentemente insignificante es el mismo que, en una mayor escala, sucede cuando estamos en la playa sentados pensando en lo terrible, o lo estupendo, que será volver a casa después de vacaciones. Los dos producen el mismo efecto: una tensión, más o menos evidente, una salida del presente que genera cansancio, ansiedad, desconocimiento y dispersión.

Es difícil saber qué nos conviene, qué necesitamos y qué queremos si estamos fuera de nosotros, si estamos perdidos en creaciones mentales. Es difícil conectar con la amplitud y la calma que ya están en el momento presente si no habitamos en él. Una amiga acaba de romper con su pareja y está pasándolo muy mal. Y esta tarde, hablando con ella, veíamos cómo la mayor parte de su sufrimiento proviene, no tanto del hecho de haber acabado con una relación que no funcionaba, como de todos los escenarios imaginarios que crea su mente y que la sumen en la desesperanza y el pánico.

A lo largo de toda la semana, durante cada ejercicio, Charles no paraba de repetir, una y otra vez: “siente el modo en que respiras”, “siente tus pies en el suelo”, “no te salgas de ti mismo”, “no te pierdas en el otro”. Esta es la práctica, este es a la vez el objetivo y el camino que conduce a él.

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